“La naturaleza, para ser gobernada,
debe ser obedecida.”
Francis Bacon, padre filosófico de la revolución
científica, ya sostenía que para utilizar el potencial de la naturaleza en
nuestro beneficio, primero había que admitir la realidad y adaptarse a ella. Este consejo se aplica tanto al mundo que nos
rodea como a nuestra vida interior, nuestras emociones.
Para entender mejor todo esto, imaginemos que
inyectamos agua en una tubería atascada. En este caso, la presión aumentaría y
el riesgo de que reventase sería mucho mayor que si el agua fluyese libremente
a través de una tubería limpia.
Lo mismo pasa con nuestras emociones; una
acumulación de sentimientos negativos no liberados puede acabar provocando un colapso
emocional y esto es un riesgo que podemos evitar.